martes, 24 de julio de 2012

La primera noche: Personajes míticos del rodaje. Volumen 2

Prosiguen los perfiles personales e intransferibles del equipo de La primera noche.

Edu Pérez, ayudante de producción
Una de las primeras cosas que le dije a Edu al ficharle para el corto fue: “en el set sólo puede haber un Edu, yo, así que a partir de ahora te llamaremos Tomás”. Y a pesar de haber roto el hielo con semejante gilipollez, mi tocayo es de los pocos miembros del rodaje con el que sigo compartiendo cervezas regularmente. Hacen falta muchos Edus Pérez en un rodaje, por currantes y por generadores de buen rollo. Nosotros sólo teníamos uno, pero curró y generó buen rollo por veinte. Aparte de las risas que echamos en preproducción (y Dios sabe la falta que me hacía echar risas en preproducción), Edu es esa persona que cuando se descubre que nadie se ha acordado de comprar el traje de Papá Noel para la secuencia 17 y es un domingo de agosto a las cuatro de la mañana, se monta en el coche y te lo consigue. Para los que hayáis estado alguna vez en un rodaje, no hace falta decir nada más.
(Cuando veáis el corto no busquéis ningún traje de Papá Noel, eran unas barras de pan en diciembre, pero lo de las cuatro de la mañana sí es verídico).

Emilio García, jefe de sonido directo
Cantinflas. Cantinflas fue la clave. Al acabar una reunión de preproducción en mi piso, mientras el equipo charlaba, se conocía y algunos fumaban en el diminuto balcón, Emilio descubrió mi colección de películas de Cantinflas en la estantería de los DVD y exclamó “Esto lo cambia todo”. Y fue cierto. A partir de entonces, ese gallego serio y muy profesional siguió siendo igual de profesional pero pasó a proporcionarme algunas de las mayores carcajadas del rodaje. Siempre sentado a la izquierda del Padre, siempre tranquilo, ejerciendo de bálsamo para mí, siempre preparado para los “goles” logísticos que le tenía preparados, testigo de excepción de mi mayor momento de ruido y furia (sus cascos saben de lo que hablo), inesperada voz de la cordura en el episodio más crítico del rodaje. Como mezclador es escurridizo y me vacila mucho, pero para compensar hace unos filetes empanados de rechupete. Una gozada trabajar con este tipo.

Chechu Villafáñez, jefe de eléctricos
Donde otros veían un problema, Chechu encontraba dos o tres soluciones. ¿Para qué alargar esto comentando la bonhomía, sabiduría, humildad y experiencia de las que hacía gala mientras no paraba de trabajar? Repito: soluciones en lugar de problemas. Lo que hace falta en un rodaje.
 
Nani Oribe, maquillaje y peluquería
Incorporación de ultimísima hora, Nani no es maquilladora pero me hizo el favor y lo hizo genial, tampoco es actriz y me hizo el favor y lo hizo genial. Pero como le da vergüenza, ya que no es a lo que se dedica realmente, me ha hecho ponerla en los créditos como Nani O. Le dieron igual mis advertencias sobre su idoneidad como nombre artístico en el mundo del porno. Nani pisa fuerte allá por donde va, incluso intimida un poco cuando la conoces, parece que si te descuidas te va a comer. Luego descubres que tras sus míticas extensiones hay un corderito con acento uruguasho. Un corderito que si te descuidas, parece que te va a comer. ¿Señorita O., volverás algún día de Ultramar? Te esperamos.


No me olvido del resto del equipo: Ione, Sandra, Javi, Giuseppe, Juan (vídeo), Juan (micro), Jorge, Luis. Me encantaría escribir párrafos y párrafos sobre cada uno de vosotros, pero hay puestos con los que el director está más en contacto y otros con los que menos, por eso las anécdotas no abundan. Sabéis que valoro vuestro trabajo a muerte, y no por no tener unas líneas personalizadas es menos importante o valioso. Millones de gracias por haber formado parte de esta aventura, espero que la hayáis disfrutado.

En la próxima entrega, perfiles de algunos de nuestros inefables actores de reparto.

miércoles, 4 de julio de 2012

Mis novias

Supongo que todo aquel que se dedique o quiera dedicarse a contar historias, tiene un miedo cerval a que le roben esas ideas tan absolutamente originales que se le ocurren. Supongo también que ese miedo es más profundo en dos ocasiones: cuando eres un auténtico principiante y crees que has descubierto América al escribir en un papel “chico conoce a chica”, y dos, cuando de verdad, de verdad de la buena, sabes o sientes que tienes un auténtico bombazo entre manos.

En las primeras páginas del manual de guión Salva al gato, su autor, Blake Snyder, anima a perder ese miedo y testear nuestras ideas con el mayor número de personas posibles, cuanto más variadas mejor. Yo he descubierto que me he vuelto muchísimo más desprendido con mis historias desde que he hecho La primera noche. Desde que acabé el montaje, para ser exactos. Desde que vi que, oye, pues no lo había hecho tan mal, que lo mismo podía seguir dedicándome a esto. Desde entonces he perdido ese pudor, ese temor, a contarle a la gente los proyectos que me traigo entre manos.

Eso sí, sólo cuento las cosas que sé que, tarde o temprano, llevaré a cabo. Obviamente no voy volviendo loco a todo el mundo con las mil y una movidas que se me pasan por la cabeza. El personal acabaría hasta las narices de mí. Eso, a día de hoy, se lo reservo a dos personas a las que desde aquí, incidiendo todavía más en el carácter de diario íntimo de este blog, quiero rendir homenaje: Yeray Pacheco e Isaac Hernández.


Yeray, alias Check, alias Pache&Co, alias Checo Pacheco, alias Pachi, alias Yer y, sobre todo, alias la Perra Traidora, es el primer culpable de que La primera noche sea una realidad. Durante años ha sido el primero en leer todo lo que he escrito, y durante años me repitió lo mismo: “está muy bien (algunas veces), me encanta como escribes, pero de todo lo que me has pasado, a mí la historia que realmente me gusta es esa del supermercado…”. Pero Yeray ha hecho mucho más que leerse mis guiones, Yeray ha sido un paño de lágrimas hasta límites ad nauseam, amigo inquebrantable, de los que se cuentan con los dedos de media mano, consejero vital, y cuando no ha sabido qué consejo dar, ha hecho algo todavía más importante: escuchar. Poca gente sabe hacerlo. Hemos compartido risas, miles, millones de ellas. Nos entendemos, nos revelamos cosas que nadie más sabe. Supongo que nos queremos mucho. Yo al menos te quiero mucho, Yeray. Sé que cuando leas esto me dirás: “tío, bórralo, esto lo puede leer mi hermano, o alguna tía que me interese y se van a pensar que soy gay, no me hagas esto”. Te jodes :)

Isaac, alias el Calvo, el Puto Calvo, el Calvo Destroyer (aquí no somos muy originales, no), es de esas personas que transmite buenas vibraciones en todo momento. Es la definición antonomástica de una buena persona. Es alguien único para decirte lo que tienes que oír. No lo que quieres oír, sino lo que en el fondo del tu corazón sabes, pero te niegas a ti mismo. Isaac siempre lo pondrá ante tus ojos como la más simple de las verdades, sin estruendos, con delicadeza, pero firme (hablo de cómo me trata a mí; a Yeray le trata a batacazo, tal como Walter trataba a Donny, pero todos sabemos que lo hace por su bien -aunque a veces se pase-). Isaac es una persona a la que apetece tener cerca y creo que en breve voy a tener esa suerte, porque tiene pensado un cambio en su vida que a mí me alegra mucho. Realmente no es calvo, sino que se rapa, y además hoy es su cumpleaños.

Ahora los tres hemos empezado un proyecto común. Cocretas. Una serie web hecha por tipos que odian las webseries. Un divertimento, una locura, un proyecto ilusionante para mí, sobre todo porque voy de su mano. Después de muuuchas charlas nocturnas diciendo que teníamos que hacerlo, Yeray y yo nos hemos puesto mano a mano a coescribir un guión. A mí siempre me ha parecido más difícil encontrar un coguionista de confianza que una chica que valga la pena o un compañero de piso al que no acabes odiando a los cuatro meses de convivencia. Ahora dudo que Cocretas sea lo único que escribamos Yeray y yo. Antes de anoche le llamé “Hemingway de los cojones” y le pegué unos cuantos gritos virtuales (vamos, que le escribí en mayúsculas) y ni se inmutó. Creo que he encontrado la horma de mi zapato. E Isaac ha iniciado con el cortometraje Las musas reparten alcohol la que, firmo donde sea, puede ser una gran carrera como director si a él le da la gana. Isaac dice que le pone eso de ser un director de encargo, y yo, mientras no salpiquen, estoy dispuesto a hacer lo que esté en mi mano para que mis amigos se exciten.


Y Cocretas es un ejemplo perfecto de lo que contaba al principio de este post, que todos habréis ya olvidado: Cocretas nace como una idea, menos que una idea, un título y una proto-línea argumental. “Quiero hacer un corto que se llame Cocretas, y que vaya sobre una cita fallida. Es lo único que sé”. Un par de días después, otro mensaje “Puede ser una trilogía, completada por Almóndigas y Caramales”. Una semana después les cuento un argumento que se me ha ocurrido. Les advierto que me parece una basura, pero se lo escribo igualmente. Al día siguiente les digo: a la mierda con eso, se me ha ocurrido esto otro. Hace una semana les dije: no es un corto, no es un Notodo, no es una trilogía, es una webserie. El batiburrillo que tengo en la cabeza, unido a mi incontinencia verbal (sólo apta para unos pocos, para muchos otros soy un tipo raro que habla más bien poco) es volcado casi en tiempo real en nuestro teléfono rojo permanente, con forma de mensaje privado a tres del Facebook.

Y cuando digo Cocretas digo desde la más insignificante memez hasta el proyecto más serio que pretendo acometer. Ahí han estado este último año y pico Isaac y Yeray para leerme, animarme, apoyarme y darme su más sincera opinión. Es mucho más que el mítico consejo de sabios, esos “afortunados” que son los primeros en recibir todo guión que considero enseñable. Esto es directamente aguantar el bombardeo de paridas que brotan de mi cerebelo, sin tamiz previo. Una función que siempre han tenido que soportar mis novias (o lo más parecido que tuviese en ese momento). Y ahora, en esta etapa de mi vida en la que lo que menos me apetece es tener nada parecido a una pareja, se agradece contar con dos amigos que soporten estoicamente mis desvaríos, cumpliendo esa labor de caridad.

Gracias, hermanos, por hacer de mis novias. Os debo el sexo. Será inolvidable.