El otro día mientras paseaba (a mí el 90% de las ideas se me ocurren paseando, por lo que no es raro verme solo por Madrid, hablando conmigo mismo. Una preciosa estampa. Afortunadamente a veces se me acercan ancianas piadosas que me dan monedas de 20 céntimos y me limpian con un kleenex la babilla de la comisura derecha de los labios. Es broma, claro. Esas malditas tacañas nunca me han dado un duro. Ni siquiera me dejan quedarme con el kleenex)…
Vale, acabo de batir mi propio récord. Se me ha ido la olla ya en el primer párrafo. Mejor, así nadie tomará lo que sigue como la reflexión de un pedante, sino de un demente.
Decía que el otro día mientras paseaba se me ocurrió esta metáfora: el cine, para los cineastas, ha de ser como el espejo de una sala de interrogatorios.
Todo cineasta, en mayor o menor medida, trata de expresarse a través de
su obra. Hasta ahí todo bien. A veces es posible contar todas las
memeces que se te pasan por la cabeza sin ton ni son y tú crees la
hostia de profundas, y otras veces haces chorradas siendo muy consciente
de que lo son y cuál es su función en la cartelera. Entre El árbol de
la vida y Esta abuela es un peligro 3 hay un inmenso océano de
posibilidades de expresión.
Pero por mucha necesidad que sintamos de reflejar nuestro mundo interior
no podemos ofrecer al público un autorretrato al óleo. Al espectador no
le interesa vernos el careto. Al espectador lo que le interesa es verse
a sí mismo. Sus anhelos, sus miedos, sus fantasías más recónditas,
reflejadas en una pantalla. Creo que no hace falta añadir nada más sobre
identificación o empatía, no estoy descubriendo América.
Y por
eso las películas han de tomar la forma de un espejo de doble vista. El
espectador se mete en una sala para verse reflejado en un espejo enorme
(y deformado, claro). Y el cineasta debe permanecer al otro lado, desde
donde también se ve reflejado a sí mismo, sí, pero de una manera muy
tenue. A quien debe dirigir toda su atención es a quien está al otro
lado de ese espejo.
El público sabe de sobra que está siendo observado y manipulado. ¿Cómo no van a saberlo? ¡Están en una sala de interrogatorios! Y les encanta. Saben dónde se han metido y saben de sobra que las técnicas de interrogatorio varían de una sala a otra. A algunos les seducen las cosquillas que les hace Anderson (Wes, en mi caso) cuando les retuerce los pezones, otros prefieren los latigazos marca de la casa Fincher, a algunos les da por las técnicas de desorientación de Lynch, muchos se quedan con las preguntas trampa de Nolan o directamente quieren patadas en la espinilla a lo Tony Scott.
Durante el montaje de La primera noche, la palabra más utilizada por mí (después de “¡Joder!” y “Mítico”) ha sido “espectador”. Mi principal preocupación montando era que todo estuviera a favor del público, porque sólo así estaría a favor de obra. Las interpretaciones de los actores, los movimientos de cámara, montaje y mezcla de sonido, la música, todo debe contribuir a que el espectador tenga la experiencia más satisfactoria posible. Somos mercenarios a su sueldo y hay que darles lo que quieren.
¿Quiere decir eso que hay que darles Torrente 4? ¡No! (La cuenta corriente de Santiago Segura se está descojonando de mí ahora mismo). Significa que hay que darles Casablanca, Con faldas y a lo loco, El verdugo, El padrino, Amelie. Ofrecerles las mejores historias posibles, historias que les provoquen las emociones más genuinas, y siempre nos lo agradecerán. Por supuesto que hay películas que se corresponden mejor con ciertos niveles intelectuales, pero si la gente no lee más periódicos no es problema nuestro como cineastas. Eso sí, las buenas, buenas, las buenas de verdad, los grandes clásicos, las inolvidables, son universales. Por algo será.
El corto que he escrito y dirigido habla de mí, de lo que pienso, de
lo que siento, o más bien de lo que pienso ahora, de lo que siento en
este momento de mi vida. Pero eso no valdría de nada si sólo significase
algo para mí. Yo no voy a estar a la puerta de cada cine o al lado de
cada pantalla de portátil explicándole al personal lo que he querido
contar. Sobre todo porque para cada persona, con su bagaje emocional
propio, lo que para mí significa X para ella significará Y. Y
precisamente esa es una de las grandezas de dedicarse a esto: que es
algo vivo, en constante movimiento, susceptible de mil interpretaciones,
sin duda enriquecedor.
Si sólo te interesa lo que tú has
querido decir, mejor dedícate a otra cosa. Si no te van las oficinas ni
la hostelería, si necesitas expresarte a través de una cámara a toda
costa, prueba a grabarte en pelotas con el móvil delante del espejo para
ver lo grande que la tienes. Puedes usar el de aumento que tiene tu
madre para depilarse. Es de una sola cara, por supuesto.
P.S.: Todo esto es una ración doble de perogrulladas, yo lo sé, vosotros lo sabéis, pero es acojonante comprobar la facilidad con la que muchas veces algo tan básico se olvida. Mercenarios a sueldo. A sueldo del patrón más caprichoso y volátil imaginable. Pero la recompensa, cuando te la has ganado, es imposible de superar…
Qué ganas de estrenar el corto y ponerme en sus manos...
En el primer parrafote del post te pareces a mi y buena prueba de ello es la escasez de comments en el mismo :P pero despues de eso es una reflexion bastante interesante jjejejejje ;)
ResponderEliminarLos comments en los blogs han muerto.
ResponderEliminarMe gusta decir que en lo nuestro, incluso el más independiente de nosotros, aunque crea que no tenga jefe, en realidad tiene unos 5 millones de jefes.
ResponderEliminarMe está molando mucho este blog! ;)